Actividad 4 (4º ESO C)
Músculos de barro
Dos pacientes narran su experiencia con la vigorexia, la enfermedad de los obsesionados con el culto al cuerpo
SUSA DASCA - Valencia
EL PAÍS - C. Valenciana - 25-08-2002
La vigorexia es la enfermedad de moda. Parece una broma pesada definirla de esta manera, pero es la forma como la conocen los jóvenes. Es otra consecuencia derivada del culto al cuerpo tal y como ocurre con la anorexia o la bulimia, pero en este caso afecta más a los hombres que a las mujeres. Es una de las nuevas enfermedades que se producen debido a la obsesión por conseguir un cuerpo más fuerte, más musculoso. Para ello, los chicos suelen pasarse horas haciendo deporte, incluso pueden llegar a cambiar sus hábitos y formas de vida. En algunos casos, para conseguir su objetivo, suelen ayudarse con una dieta rica en proteínas e incluso utilizar anabolizantes y otros productos dopantes. El problema suele afectar a jóvenes inmaduros que convierten algo tan sano como es hacer ejercicio, en su única preocupación. Les obsesiona el peso, el espejo y desarrollar hasta las últimas consecuencias unos músculos que no están a tono con los cánones de belleza actuales.
Damián y Juan son dos chicos que han sufrido vigorexia. Aunque ninguno de los dos quiera dar su nombre verdadero, su experiencia puede ser útil para evitar que otros jóvenes caigan en esta enfermedad. A los 19 años, Damián ya conoce lo que es sentirse atrapado en una obsesión, una neurosis que le ha llevado a necesitar un tratamiento psiquiátrico para poder superarlo. Aunque todavía no está curado totalmente, el joven ya es capaz de contar, a grandes rasgos, por la terrible experiencia que ha pasado. 'Me veía bajito y enclenque así que decidí ponerme en forma y acabé obsesionado por mi cuerpo. Me pesaba tres o cuatro veces al día. Dejé de ver a mis amigos, o mejor dicho sólo me relacionaba con los que me encontraba en el gimnasio', relata. La obsesión llegó hasta el paroxismo. 'Me miraba al espejo', cuenta Damián con dificultad, 'y me seguía viendo raquítico. Por mucho que los demás me dijeran que estaba fuerte como un toro, no los creía. Me pesaba cinco o seis veces al día y seguía yendo al gimnasio a machacarme sin piedad'. Así estuvo cerca de dos años: 'Sólo comía productos como hidratos de carbono, pasta, féculas o vitaminas. No conseguía verme como yo quería y seguía y seguía... cuántas más horas, mejor. Al final me pasaba en el gimnasio cuatro horas diarias', narra. El chico explica que fueron sus padres los que se dieron cuenta que tanto pesarse y tanto ejercicio junto a la mala alimentación no era normal ni bueno para su cuerpo y le llevaron a un especialista. Ahora Damián esta siguiendo un tratamiento psiquiátrico que le devuelva a una vida normal e intenta que no le quede ninguna secuela, tanto psíquica como física.
Juan ha vivido una experiencia muy parecida. Él nos cuenta cómo rozó la enfermedad sin saber lo que estaba haciendo con su cuerpo. 'Tenía 16 años cuando empecé a frecuentar el gimnasio de mi barrio. Llegué sin tener idea de nada. Sólo dije que quería estar un poco más duro. Me veía con poco pecho, tenía los brazos delgados y me recomendaron unos cuantos ejercicios', recuerda.
Quería desarrollar su musculatura. 'Aprendí a forzar al máximo mi resistencia física. Levantaba pesas, hacia remo... todo para conseguir aumentar el volumen de mi cuerpo. Primero hacía deporte una hora al día, pero cada vez le dedicaba más tiempo. Al final me pasaba tres horas diarias', testifica. Para tener más fuerza a Juan le recomendaron que tomara carbohidratos. 'Incluso me propusieron algunos productos químicos, pero yo prefería comerme unos buenos bocadillos de carne en casa'. Juan no ha probado los anabolizantes ni los productos dopantes. 'Estamos hablando, de hace tres años', aclara. 'Entonces no eran tan comunes como ahora, aunque por el vestuario ya corrían algún tipo de pastillas'. En tres años y medio y midiendo 1,85, Juan pasó de pesar unos 80 kilos a los 100. Era puro músculo. Sin embargo el joven se dio cuenta de que algo no marchaba bien. 'Un día me fui a jugar un partido de fútbol con los amigos y después de veinte minutos de juego me ahogaba, no podía respirar', confiesa. Juan empezó a preguntarse cómo era posible. 'Forzaba el músculo hasta el máximo, pero me di cuenta de que no tenía nada de fondo. Muchas pesas, pero no podía subir unas escaleras sin ahogarme. No desarrollaba la potencia de mi corazón al mismo tiempo que los músculos', se duele. Juan se dio cuenta que 'además' entre el grupo de chicos con los que coincidía en el gimnasio 'comenzaba a haber mucha tontería'. Empezaba a haber piques absurdos. Les gustaba jactarse para ver quién conseguía más volumen. Esto, unido a que empezó a trabajar y a ir a la Universidad al mismo tiempo, hicieron que decidiera dejarlo. Pero el problema no terminó aquí. 'Tanto trabajo me ayudó a olvidarme de mi cuerpo, pero empecé a recuperar peso y en poco más de un año engordé 18 kilos. Decidí ir el médico para ponerme a dieta y me explicó las consecuencias de los tres años de desarrollar músculos'.
Ahora Juan es una persona madura que no tiene secuelas de la enfermedad, pero podía haberse visto seriamente afectado. 'La dietista me explicó que había jugado con mi salud. Cuando acostumbras al cuerpo a quemar muchas calorías, si dejas de hacerlo, te conviertes en una bola de grasa', resume. Juan es consciente de todos los riesgos que corrió. Si los músculos se desarrollan demasiado y abandonas los ejercicios, los músculos se atrofian mucho más rápido y pueden verse seriamente afectados. También podía haber terminado con alguna afección en la espalda y lo que es más grave todavía: tener problemas de corazón.
Juan no rechaza el gimnasio. Al contrario, el médico le recomendó que hiciera algún tipo de deporte como natación o ejercicios de mantenimiento para ayudarlo a recuperar su peso habitual. 'Es una pena que los estereotipos nos lleven a cometer tantas estupideces', se lamenta.
Después de analizar su experiencia, Juan ha llegado a la siguiente conclusión: 'Lo peor es que haces un esfuerzo sobrehumano y nunca consigues llegar a tener un cuerpo bonito. Tal y como ocurre con las chicas muy delgadas, las anoréxicas, que no se encuentra atractivas ni ellas mismas'.
Comentario crítico personal. Fecha de entrega 07/11/06.